Las acciones de la compañía de automóviles Powell Motors con sede en Detroit (Michigan) sufrieron la pasada semana una caída fulminante de su valor en Bolsa tras la presentación en sociedad del nuevo modelo de coche de la marca. El vehículo, denominado como «Homer», era «un coche diseñado para el hombre medio», según rezaba el eslogan que lo acompañaba.
El propio Herbert Powell, presidente y máximo accionista de Powell Motors, se encargó de hacer la presentación del nuevo modelo y no tuvo reparos en mostrar sobre el mismo escenario su sorpresa y preocupación por el desagradable aspecto, las pobres prestaciones y el alto precio del automóvil.
Fuentes internas de la compañía consultadas por este periódico han revelado que Herbert Powell delegó hace unas semanas todo el trabajo de diseño del nuevo vehículo en su desconocido hermanastro, el vecino Homer Simpson de Springfield con el que se encontró recientemente por primera vez en su vida. La intención de Powell era que Simpson diseñara un coche que todo ciudadano americano deseara tener, un coche destinado al hombre de la calle, pero el resultado final quedó muy lejos de lo esperado.
El nuevo coche «Homer» finalmente no será comercializado debido a la quiebra de la compañía pero su precio de venta iba a ser de 82.000 dólares y sus caracterísiticas incluían cosas como: posavasos gigante para colocar bebidas como los Fresisuis del Badulaque, una pelotita en la antena para localizar el coche en el parking, los clásicos alerones que nunca pasan de moda, una cabina de cristal, tres bocinas en el panel frontal con la melodía de «La cucaracha», cabina de cristal insonorizada con bozales y correas opcionales para aislar a los niños en la parte trasera y un fuerte sonido de aceleración del motor.
Ante el desplome de las acciones de Powell Motors, la compañía japonesa Kumatsu Motors ha asumido el control de la empresa americana tras hacerse con todos los títulos de Powell por un valor simbólico. Con esta venta forzada, Herbert Powell ha perdido su negocio, su hogar y toda su fortuna.
¿82.000 dólares? ¿Esta monstruosidad cuesta 82.000 dólares? ¿Y yo qué he hecho? Lo del zoo era divertido, pero es la ruina…