Este sábado se ha celebrado en Springfield la gran final de las Carreras de Bólidos de Madera que ha enfrentado a Nelson Muntz con el bólido «Roadkill 2000» y a Bart Simpson que esta vez ha conducido el «Honor Roller», el bólido diseñado por Martin Prince, quien a causa del accidente sufrido la pasada semana no ha podido pilotar su vehículo.
Los aficionados llenaban las gradas del circuito y la expectación era máxima por ver quién se alzaba con la victoria en este acontecimiento que se remonta a los días despreocupados de la Gran Depresión. Incluso la televisión local ha estado presente para retransmitir en directo el evento y ser testigo de cómo estos pequeños fitipaldis se enzarzaban en singular batalla.
Minutos antes de la salida, Martin Prince aleccionaba a su piloto sobre la estrategia a seguir durante la carrera pero Simpson parecía distraído y no consiguió concentrarse hasta que recibió los ánimos de su padre desde la grada.
Para dar el banderazo de salida, la organización ha contado con la presencia del alcalde Quimby quien además ha aprovechado la jornada para relacionarse con su electorado.
La carrera dio inicio a las dos del mediodía y desde el primer segundo comenzaron las hostilidades entre los jóvenes Muntz y Simpson por cruzar la línea de meta en primer lugar. Emulando a los arrogantes romanos y a Ben-Hur, estos aurigas del presente lucharon con ferocidad. Nadie ofrecía una tregua y nadie la pedía. Los adelantamientos se sucedieron por parte de ambos pilotos pero después de un minuto de vertiginoso descenso, el primero en atravesar la línea de meta fue Bart Simpson.
La alegría se desbordó en las gradas con el triunfo de Simpson y las celebraciones se sucedieron por parte del piloto, familiares, amigos y aficionados. Incluso un grupo de simpatizantes decidió llevar al piloto a hombros hasta el podio. El mundo no había visto nada semejante desde que en 1927 los franceses llevaron a hombros al afortunado aviador Lindbergh en el aropuerto de Le Bourget.
Por su parte, el perdedor Muntz pagó su frustración con los miembros de su equipo a los que dedicó varios puñetazos y estrangulamientos, aunque tuvo el detalle de felicitar a su rival tras la entrega de premios.
La entrega del trofeo al ganador fue realizada por el tres veces campeón de Bólidos de Madera, Ronnie Beck. El pequeño Beck dio la enhorabuena al campeón y recordó con nostalgia sus días como piloto de bólidos. Este joven triunfador, al que nunca le ayudó su padre, marcó un antes y un después en el mundo de las carreras de bólidos y suyas son frases que han pasado a la posteridad del deporte como: «Un edificio en construcción mal vigilado es una mina de oro», en referencia a la manera de conseguir la madera para construir sus bólidos, o «La gravedad es mi copiloto».
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